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Reflexión: Las golondrinas

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Los días se hacían más cortos y más fríos. Las golondrinas sentían el impulso de marcharse en busca de países más cálidos, donde hubiera más sol. Decidieron dejar este paisaje ahora desolado, donde las flores se ajaban y los árboles se quedaban sin hojas.

¿Irse adónde? preguntó una de las golondrinas más sabias. ¿Por qué tenemos que dejar este lugar?

Porque hemos de encontrar un sitio más caliente donde poder anidar contestaron a coro algunas de sus amigas.

Pero la golondrina sabia no terminaba de convencerse:

¿A qué distancia está ese país cálido del que hablas? ¿Y cuánto creen que nos llevará llegar allí?

Las otras no podían decirlo con seguridad, pero insistían en que debían irse lo más pronto posible, antes de que fuera demasiado tarde.

No esperaran a que deje este hermoso nido que he construido sólo para ir en busca de una remota posibilidad de encontrar un sitio mejor –prosiguió la sabia y reflexiva golondrina, exponiendo su estrategia de una manera racional y rehusando dejarse influir por los instintos de sus amigas.

Bien, evidentemente no podemos convencerte dijo una de ellas, pero nosotras nos vamos inmediatamente. Interiormente, todas sentimos la llamada, y nuestros corazones siguen diciéndonos que nos vayamos. Me temo que debemos dejarte aquí, si no quieres venir y unirte a nosotras.

La golondrina razonable se negó a partir. Cuando las demás se hubieron ido, siguió convencida de que había hecho lo mejor. Hubiera sido una locura confiar meramente en sentimientos interiores sin ninguna prueba positiva. Además, ella podía hacer más caliente su confortable nido, y enseguida comenzó a recoger más plumas y trozos de algodón para protegerlo contra los riesgos del frío.

Orgullosa de su restaurado nido, se instaló para resistir la entrada del invierno, creyendo aún que las otras habían sido unas necias al marcharse sin saber concretamente adónde iban. El refuerzo de protección la mantendría seguramente a salvo. Y así se demostró, a pesar de que los días se hacían más cortos y las noches se volvían más frías. Entonces, de repente, comenzó a nevar; pero nuestra razonable y sensata golondrina permaneció caliente en su confortable nido. Convencida, por último, de que estaba a salvo de los zarpazos del invierno, se preguntaba si sus amigas habrían tenido tanta suerte en su fatigoso e imprevisto viaje a lo desconocido.

Mas, como todo estaba cubierto de nieve, el alimento comenzó a escasear. Era imposible encontrar una migaja ni un gusano. Se fue debilitando, volviéndose cada vez más lánguida, hasta que al fin se vio reducida sólo a las plumas y los huesos. Juntamente cuando la nieve comenzaba a derretirse y asomaban los primeros brotes, la vida de la golondrina se extinguió finalmente.

Sus necias e irracionales amigas, que no habían sabido hacer nada mejor que obedecer a la voz interior de su instinto, volvieron pocas semanas después. Una vez más les esperaban días felices; en cambio, su razonable amiga, contraída y mustia, yacía muerta en su confortable nido.

Todos tenemos la necesidad de discernir en la vida, de buscar cuál es nuestra vocación. Debemos confiar en nuestros instintos interiores, nuestros sentimientos y aceptarnos como realmente somos. Por otro lado hay que reflexionar sobre los peligros de “racionalizar” todo lo que no encaja dentro de nuestras categorías racionales y, a pesar de todo, ofrece sentido. También hay que aprender a leer los signos de los tiempos que a veces exigen que dejemos nuestros “cómodos nidos”, los intereses creados y el pequeño mundo de nuestro ego.

Autor: Desconocido

¿Qué es la verdad? Es lo que te dice tu voz interior.

-Mahatma Gandhi

 

 

 

 

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